Hace unos años, la consultora Booz Allen Hamilton publicó un famoso estudio que ponía de manifiesto una sorpendente evidencia científica: en una muestra de las 1000 empresas con mayor presupuesto de I+D, no existía correlación alguna entre la inversión en I+D y el éxito de mercado. Sorprendente, ¿no?
Este estudio corroboraba otras aportaciones, como la de la obra de referencia Time for a Model Change, en este caso, sobre el sector del automóvil, el más competitivo y el más intensivo en tecnología del mundo. En Time for a Model Change se pone de evidencia cómo marcas como BMW, Mercedes o Porsche (comptiendo con una amalgama de tecnología, estilo, calidad y posicionamiento de marca -innovación de producto-) u otras como Honda, Nissan o Toyota (con prácticas organizativas basadas en el kaizen japonés, y una fuerte base de innovación de procesos) superaban a los iconos de la industria norteamericana: Ford, Chrysler, o General Motors. Sorprendentemente, éstas eran las marcas con mayores presupuestos de I+D de su sector y del conjunto de sectores de la economía.
Efectivamente, la respuesta a la aparente paradoja es sencilla: I+D NO ES IGUAL A INNOVACION. La innovación comporta la explotación de nuevas ideas o conocimiento, con éxito en el mercado. La innovación es I+D más estrategia, más organización, más posicionamiento de marca (como mínimo).
Curiosamente, el ingente cambio tecnológico está provocando que, en algunos sectores, el desarrollo tecnológico corporativo se convierta en factor higiénico: es necesario, pero insuficiente. Las compañías deben continuar invirtiendo masivamente en tecnología, al ritmo vertiginoso en que se produce el cambio tecnológico, o serán expulsadas del mercado. Pero no es suficiente, deben aportar estrategias diferenciales, productos superiores en otras dimensiones (diseño, por ejemplo), o nuevos modelos de negocio para ganar la batalla competitiva.
Sin embargo, existe otra inquietante paradoja: si asumimos que invertir más en I+D no necesariamente lleva al éxito de mercado (a nivel de empresa, microeconómico), ¿cómo es posible que a nivel de país, macroeconómico, sí que exista una clara correlación entre inversión en I+D y la riqueza, el crecimiento o el nivel de bienestar de ese país?
Existen dos posibles respuestas:
a) A nivel macroeconómico, hay correlación, pero no causalidad. Es decir, quizá un país invierte más en I+D porque es más rico. Pero no necesariamente es más rico porque invierta más en I+D…
b) Existen desbordamientos (spillovers) de la inversión en I+D a nivel microeconómico, que explican el comportamiento macroeconómico, y cuya medida es extremadamente complicada. Dichos desbordamientos son «efectos secundarios» que hacen que, aunque la inversión en I+D no necesariamente favorezca el éxito de mercado de la empresa que la ejecuta, posiblemente dicha inversión tenga efectos positivos, en cualquier caso, sobre el sistema de innovación. Por ejemplo, formando técnicos y directivos que aprenden de la experiencia y la próxima vez tienen mayor éxito de mercado (aunque sea en otra empresa). O, por ejemplo, profesionalizando grupos de investigación en centros públicos, universidades o centros tecnológicos.
Hace poco discutía con Bruno Cassiman (IESE), probablemente uno de los mejores investigadores científicos del fenómeno de la innovación, sobre esta sorprendente paradoja entre el nivel micro y el macro. Coincidíamos en que la razón de dicha contradicción estaba en que el efecto positivo de los spillovers (externalidades económicas que afectan a terceros) es mucho mayor de lo esperado, y que está todavía poco explicado o poco entendido. Por ello, realizar actividades e I+D en un sistema local de innovación siempre es positivo y contribuye al fortalecimiento del sistema entero. Y, probablemente, por ello, la verdadera causalidad vaya en el sentido de que acumular actividades de I+D en un país, lo hace más rico en el medio y largo plazo.
Muy interesante reflexión.
En mi opinión, es muy acertado pensar que a la I+D el suele faltar estrategia y soporte por parte de la organización para convertirla en innovación. Lo que suele ocurrir es que no se entiende que la I+D supone un riesgo y un ritmo propio. En consecuencia, de cara a la galería se habla de estrategia, pero en la práctica se trabaja de acuerdo con inputs de corto plazo de la dirección. Por supuesto, y más en tiempos difíciles en donde no todo vale y la velocidad de cambio del entorno es mayor, no se suelen consegir los resultados de innovación esperados y se refuerza la imagen negativa de los profesionales de I+D, que suelen acabar agotados e intentando moverse hacia entornos más seguros (centros de investigación)o más reconocidos (posiciones de técnico-comercial o de desarrollo de mercados), que explicarían los spillovers mencionados. Quizás no esté todo perdido, pero creo que se desperdicia mucho por el camino…
Gracias por esta interesante reflexión.
En mi opinión, creo que al menos en la mayoría de las empresas de este país no se aprecia ni se entiende la I+D por tener un riesgo y ritmo propio y, como resultado, se trabaja según inputs diarios de la dirección. Se suelen decir bonitas palabras de cara a la galeria, pero no suele existir una estrategia de I+D firme y consensuada con la organización, con los soportes necesarios para convertir la I+D en innovación.
En consecuencia, no se obtienen los resultados de innovación esperados y se cierra el círculo de desprestigio de los profesionales de la I+D dentro de las empresas. A la corta o a la larga, estos profesionales, agotados, suelen tender a buscar nuevas oportunidades fuera del entorno de I+D y/o de la empresa, lo que explicaría en parte los fenómenos de spillovers mencionados.
Xavier;
La justificació del finançament públic de l'R+D es basa, precisament, en les seves externalitats positives, pel desbordament que tu dius. No hi ha contradicció alguna! Si que hi ha, en canvi, un factor interessant a destacar: per molt que provi a internalitzar l'R+D una empresa -meva, que sigui només meva- no aconsegueix traduir-la sempre en innovació, això és: no pot rendibilitzar-la per si sola.
Per tant no, en absolut: no gasten més en R+D perquè són més rics; són més rics perquè gasten més en R+D. Tampoc no gasten més en educació perquè siguin més rics, sinó a l'inversa.
Ciertamente todos en algún momento hablamos de Innovación, I+D, I+D+i etc, etc sin tener claro lo que trasciende y lo que implica cada uno de estos términos. Para algunos directivos hablar de Innovación, e incluso "gastar" en Innovación,no es más que un mero trámite de "libro" que le permite poder airear a los cuatro vientos de que su gasto en I+D es de un "%" de las ventas etc, etc, Mera publicidad, sin fundamento.
Sin meterme en aspectos micros o macros, tan sólo puedo decir que cuando de verdad hay una estrategia, una idea, un convencimiento, y este se aplica "implicando" y haciendo partícipe a toda la organización, hay un efecto micro, que transciende y mejora el macro. Aunque a corto o a medio no haya una correlación con las ventas o los resultados, a la larga, sin duda, nos hace a todos mejores y más orgullosos de tener un elemento "diferenciador" en este Mercado -como el que a mi me atañe – La automoción, tan competitivo a veces, tan anodino también…
Jesús Fernández