El 21 de julio de 1980 llegó a los mercados el álbum Super Trouper, del grupo musical sueco ABBA. Su primera canción era una preciosa balada, The Winner Takes it All (“El ganador se lo queda todo”), que relataba la dolorosa experiencia de una separación, cantada con la inolvidable voz de Agnetha Fältsokg. El título se ha utilizado posteriormente para describir, en economía, aquéllas dinámicas en que el equilibrio final pasa por una concentración de valor en un solo agente económico. Los mejores jugadores en ese juego son capaces de obtener los mayores retornos, dejando al resto en posiciones meramente residuales. Un primer ejemplo se dio en los 80, cuando IBM decidió abrir su estándar de ordenador personal. En un agresivo movimiento estratégico, IBM permitió a otros fabricantes copiar su tecnología original. Miles de proveedores de bajo coste (“clónicos”) invadieron el mercado. Dada la necesidad de compatibilidad entre ordenadores, y la accesibilidad del estándar IBM PC, éste se convirtió en el modelo dominante durante casi dos décadas, con cuotas de mercado cercanas al 95%. Apple, uno de sus principales competidores, se quedó con un residual 2%. Las compañías digitales, como Facebook o Snapchat tienen potentes efectos de red: a mayor número de usuarios, mayor incentivo para el enésimo usuario a conectarse a la empresa de referencia, dejando poco espacio a competidores. Los fuertes efectos de red crean monopolios naturales. El mundo start-up es así: the winner takes it all.
El problema es que la nueva economía digital, en su integridad, se está convirtiendo en un juego “the-winner-takes-it-all”. Silicon Valley es el paradigma de esta dinámica. El salario medio en el Valley es de 94.000 $ anuales., muy por encima de la media en EEEUU (53.000 $). Pero más del 30% de los empleos son retribuidos a menos de 16 $ por hora, por debajo de lo que es necesario para mantener una familia en una zona, además, con un muy elevado coste de la vida. Según MIT Technology Review, en el centro de Palo Alto, casi cada banco público está habitado por homeless excluidos del sistema.
Los economistas alertan desde hace tiempo de que los salarios, ajustados por la inflación, se han mantenido estables o han decrecido desde 1970. Thomas Picketty analizó la extensión de la desigualdad en su magistral Capital in the Twenty-First Century. Sus investigaciones llegaron a la conclusión que la desigualdad en la distribución de salarios en EEUU es hoy “probablemente superior que en cualquier otra sociedad, en cualquier momento de la Historia, en cualquier lugar del mundo”. La mayor parte del 0,1 % de profesionales con mayores rentas son “supermanagers”, altos ejecutivos con salarios desorbitantes, muchos de los cuales trabajan en empresas que crecen (“se escalan”, en el lenguaje startup) sin necesidad de crear empleo. Desaparece así el principal mecanismo de distribución de la riqueza del capitalismo precrisis: los salarios. Pero existe otro problema mayor: la práctica totalidad del valor generado por el incremento de productividad debido al cambio tecnológico no revierte en salarios (sean éstos iguales o desiguales), sino en rentas de capital (retribución a los accionistas). Nuevamente, aparece el esquema “the winner takes it all”: quien tiene capital inversor, invierte e incrementa su capital. Quien no lo tiene, con cada vez menores posibilidades de prosperar por rentas del trabajo, queda marginado en el sistema. Picketty alerta de un sistema donde la acumulación de capital, y la herencia del mismo determina (como en la Edad Media) los destinos sociales y la posibilidad de prosperar de los individuos.
Todavía creemos en un mundo donde nuestro talento, habilidades y educación nos permiten prosperar. Pero parece que la evidencia económica nos está llevando, desafortunadamente, a otro escenario. El gran reto del futuro, como comenta Guillermo Dorronsoro en su último post, “no es hacer máquinas cada vez más inteligentes, sino conseguir que esas máquinas sirvan a todos, no sólo a unos pocos”.
Mientras, los fabricantes de robots siguen con espectaculares avances. Mirad este increíble vídeo de Boston Dynamics. Por cierto, alguien que entiende mucho del tema me ha comentado que los mejores rendimientos en bolsa los dan, precisamente, empresas de robótica 😉