Esta semana se ha presentado el nuevo Informe COTEC 2017 sobre el estado de la innovación en España. El resumen ejecutivo viene encabezado con una frase que resume el conjunto: “lejos de Europa”. La inversión en I+D sobre PIB (el indicador “rey” de cualquier sistema de innovación) sigue cayendo, por quinto año consecutivo. Pese a que los datos absolutos de I+D se recuperan ligeramente, el PIB crece más rápido. Por tanto, la intensidad tecnológica de la economía, disminuye. Es difícil encontrar un indicador más claro de lo que todos percibimos en la calle: se recupera la economía, sí, pero volvemos a las andadas. Sol, playa, paella y sangría. Vuelve la fiesta del sector de la construcción. Se prepara una nueva orgía inmobiliaria, y eso de la invención, sigue, desde tiempos de Unamuno, en manos de otros. Según COTEC, “España se separa de la tendencia dominante de las principales economías de la zona euro y del resto de potencias consolidadas y emergentes”. El conjunto de la UE invierte un 25% más en I+D que antes de la crisis. La economía española, un 10% menos. Todavía no hemos recuperado el nivel de inversión en I+D de 2008. Una década perdida en ciencia, tecnología e innovación. El retroceso acumulado, según COTEC, “nos devuelve a la posición de 2004” en términos relativos a Europa. Es destacable la baja inversión de las grandes empresas, y, en cambio, el notable esfuerzo de las PYMEs, que parece que sí que empiezan a mostrar patrones similares a los europeos, y acuden desesperadamente a los fondos europeos para la innovación (ningún otro país de Europa tiene PYMEs tan eficientes en la atracción de recursos europeos). No es un consuelo: si buscan fondos es porque los necesitan, y no los encuentran (como deberían) en otras administraciones más cercanas. Al fin y al cabo, si Bruselas destina recursos, ¿para qué vamos a destinarlos nosotros?
Las grandes empresas, ni están ni se las espera. No obstante, ¿de qué nos extrañamos? Una mirada al ÍBEX nos lleva directamente a buscar pastillas antidepresivas: empresas constructoras, hoteleras, financieras, distribuidoras… Escasísimas excepciones de empresas que compitan en clave tecnológica. Da para una tesis doctoral analizar el tipo de tracción competitiva que estas empresas pueden ejercer sobre la economía, y la I+D que son capaces de desplegar. A todo ello se suma la gran visión estratégica de nuestros gobernantes, con recortes acumulados del 50% en las partidas de ciencia y tecnología, muy superiores a los anunciados (30%), pues se han puesto en marcha ineficientes instrumentos de soporte a la I+D, que no pueden ser ejecutados por su complejidad burocrática o por ser financieramente inadecuados a los fines que teóricamente persiguen (créditos garantizados para proyectos de alto riesgo tecnológico, en lugar de ayudas directas).
En España, el 52,5% de la inversión total en I+D la ejecutan empresas. Una proporción anormalmente baja (en Europa, es del 63,3%; en países líderes, como Japón, es del 75%). Eso no significa que el sector público haga un esfuerzo proporcionalmente muy superior (lo que parecería positivo, y podría entenderse a primera vista), sino que el esfuerzo del sector público es absolutamente ineficiente para estimular inversiones privadas (no existe el famoso “efecto multiplicador”, ni “matching funds”, ni “colaboración público-privada”, palabras largamente de moda en innovación). Digamos que cada uno va a lo suyo: las empresas, a seguir en el core business (sin estímulos extras para abordar proyectos de mayor complejidad tecnológica), y los centros de investigación a seguir investigando (con pocos o menos recursos, pero sin estímulos extraordinarios para trabajar con empresas). Además, casi la mitad del gasto empresarial en I+D lo ejecutaron PYME’s (en economías avanzadas, el 70-80% de esa partida la ejecutan grandes empresas). Como por aquí no abundan las grandes empresas tecnológicas, ni existen estímulos serios al crecimiento de sectores de alta tecnología (a partir, por ejemplo, de start-ups universitarias), tendremos que imaginar que algún día alguna inmobiliaria o banco decida filantrópicamente destinar algún recurso a la I+D. Mientras, nuestros hijos tendrán que ir esperando a ver si alguien pone alguna semilla de la futura industria del conocimiento que necesitaremos para sustentar un mínimo estado del bienestar. Aunque siempre podrán trabajar de vigilantes de la playa, o buscar fortuna en otros parajes. Por cierto, en esta nueva turboeconomía, el número de empresas que declaran realizar actividades de I+D es un 35% inferior al de 2008.
Parece que los nuevos tiempos no sólo nos traen el clima africano: también se acercan niveles africanos de innovación.
Mientras, el mundo sigue rodando: la World Intellectual Property Organization y la escuela de negocios INSEAD publican su informe anual de innovación global. Aquí tenéis el ránking de países líderes.
Pero es que hay proyectos muy buenos tecnológicamente hablando que no encuentran financiación. Algunos no se pueden implantar donde vivimos por razones políticas al haber contratos cerrados aunque no cumplan normativas, salgan más caros a la ciudadanía y sean malos ecológicamente hablando. No hay derecho.