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Francia, hub global en inteligencia artificial

 

Fuente: Wikipedia
Emmanuel Macron, presidente francés, ha pronunciado recientemente un discurso, y concedido una entrevista a la revista WIRED, sobre la estrategia francesa en inteligencia artificial (AI). Francia destinará 1.500 millones de euros en cinco años a competir con China y Estados Unidos en el liderazgo en inteligencia artificial (o, como mínimo, no perder el tren). Macron demostró un conocimiento profundo del tema. Demostró sensibilidad ante el cambio tecnológico, y desgranó la estrategia francesa. Según sus análisis dos ámbitos serán rápidamente impactados por la AI: el sector sanitario (con diagnósticos más precisos y personalizados), y el sector de movilidad, con la emergencia de nuevos paradigmas de vehículo compartido y autoconducido. Macron demostró ser consciente de la gran oportunidad (y, a la vez, gran amenaza) de la AI en la creación o destrucción de empleos, y de la lógica “va todo al ganador” de esa tecnología. Por ello manifestó su deseo de preparar a su país, convirtiéndolo en una “first-mover nation” en regulación (introduciendo un discurso de ética y valores), educación, investigación, test, y creación de startups en este campo.
Macron afirma que Europa está a medio camino entre el modelo americano (totalmente dirigido por empresas privadas, donde “decisiones individuales condicionan valores colectivos”), y el chino (con un inmenso mar de datos y un gobierno dispuesto a utilizarlos “con unos valores que no son los nuestros”). “Si queremos gestionar nuestro propio modelo de sociedad, nuestra elección de civilización, debemos ser parte de esta revolución de la inteligencia artificial, ser uno de sus líderes, y elevar el discurso a escala global”.
Las acciones tomadas han permitido ya que empresas como Facebook, Google, Samsung, IBM, DeepMind o Fujitsu hayan instalado centros de investigación en AI en París. “Quiero que mi país sea el lugar donde la AI se construya sobre la base de interdisciplinariedad, cruzando matemáticas, ciencias sociales, tecnología y filosofía”. Impresionante Macron.
Puedo convencer a mi país sobre el cambio, precisamente porque lo abrazamos. Mi rol no es bloquear el cambio, sino formar personas para que tengan oportunidades en este nuevo mundo”. Me quedo con una frase para enmarcar: “creo que la gran revolución tecnológica que estamos experimentando es, de hecho, una revolución política”. Efectivamente, la revolución tecnológica tiene profundas implicaciones políticas, en positivo y en negativo. En positivo, jamás como ahora hemos tenido medios para generar y distribuir prosperidad. En negativo, el mal uso de la tecnología puede llevarnos a escenarios catastróficos de polarización de la riqueza, de extremismos en las posiciones (hay evidencia de que las redes sociales tensan el discurso político al máximo, generando polos opuestos y excluyentes), y de interferencia fraudulenta en procesos democráticos (baste ver qué está pasando con Facebook y Cambridge Analytica). “Europa es el lugar donde se formó el ADN democrático, y creo que Europa debe afrontar este gran reto para la democracia, liderándolo”.
Otros líderes internacionales han mostrado gran sensibilidad por la emergencia de tecnologías disruptivas y por el cambio que van a crear en la sociedad y la economía. Entre ellos, Obama, quien en diciembre de 2016, justo antes de dejar la presidencia, organizó una conferencia nacional (“Frontiers”), en Pittsburg, para debatir las implicaciones económicas, sociales y filosóficas de la automatización y de la inteligencia artificial. O el presidente chino, Xi Jimping, en cuyo despacho figuran best-sellers sobre AI. Macron está preparando a su país para el futuro. Y ese debate no es ajeno a otros más próximos. Liderando el cambio tecnológico, posicionando Francia en campos de alta tecnología, construyendo masa crítica emprendedora, y transformando el modelo productivo, Macron también contribuye a solventar el problema de las pensiones y el estado del bienestar ante la bomba demográfica que se avecina en Europa, problema que no es de distribución de la exigua riqueza que va a crear un viejo modelo, sino de crear nuevo valor a través de las inmensas posibilidades que nos ofrece la tecnología.
Para quitarse el sombrero. El mundo necesita unos cuantos Macrons.

 

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