¿Cómo afectará la revolución tecnológica al nuevo perfil de directivo? Es indudable que la disrupción digital tendrá un efecto en las capacidades requeridas a los directivos de éxito. Hoy, las cinco empresas más capitalizadas del mundo son tecnológicas (Apple, Google, Amazon, Facebook y Microsoft), con valoraciones acumuladas superiores a 365.000 millones de dólares. Esas compañías han conquistado la cima mundial de la economía, dejando atrás a viejos líderes como Exxon Mobile, Berkshire Hathaway o General Electric.
Las grandes plataformas tecnológicas dominan los mercados financieros, se hacen omnipresentes y extienden sus tentáculos a todos los nichos de la economía real. Será difícil revertir el proceso: consolidan su liderazgo invirtiendo cantidades masivas en I+D. Ya no son sólo innovadoras en producto o en modelo de negocio: dominan la I+D global. Amazon, Google o Intel han superado al antiguo campeón, Volkswagen, (último digno representante de la vieja economía en el pódium mundial) en inversión bruta en I+D. Microsoft y Apple les siguen de cerca. Por primera vez, se está produciendo un fenómeno de transferencia tecnológica a gran escala entre centros de conocimiento de frontera, en ciencias puras (como las matemáticas) y las empresas líderes en los mercados de capitales: éstas están vaciando las mejores universidades del mundo de los científicos más notables en ciencias de la computación (especialmente, en inteligencia artificial), atraídos mediante sueldos astronómicos. Y están marcando la pauta de lo que será el mánager del futuro.
El fenómeno no es exclusivamente americano. El management mundial se está impregnando de tecnología digital. En Asia las empresas tecnológicas también se están convirtiendo en los referentes del sistema económico. Las chinas Alibabá o Tencent, o la coreana Samsung lideran la economía asiática. En Europa, las nuevas gacelas son empresas como Spotify (sueca), Zalando (empresa germana de e-commerce) o Supercell (finlandesa, autora del famoso videojuego Clash of Clans). La intensa transformación digital de cadenas de valor en la mayoría de los sectores, con la industria del automóvil a la cabeza, hacen el resto: a la vez que los sistemas de información impregnan los procesos industriales, y las decisiones estratégicas se sustentan más en datos, está naciendo un nuevo perfil de manager. Ahora, los directivos de márketing deben entender de inteligencia digital de mercado. Los de operaciones, de impresión 3D y robótica avanzada. Los de finanzas, de fintech y blockchain. Los directores generales, deben comprender la dimensión estratégica de la tecnología, y cómo ésta se transforma en ventajas competitivas. Han de anticipar las trayectorias tecnológicas, y hacerlas coincidir con las aspiraciones de sus clientes. Y, si hace unos años eran empresas financieras, como Goldman Sachs o Morgan Stanley; o consultoras como PriceWaterhouse, Accenture o Deloitte las grandes escuelas de formación en management y el lugar de destino soñado de todo MBA, hoy los jóvenes directivos aspiran a pasar una temporada formándose en Google, Apple, Microsoft o Amazon. De hecho, según el artículo Why Tech is the Bright Future for Business Schools (Forbes), entre el 20 y el 25% de los recién graduados en MBA en las mejores escuelas de negocio internacionales son contratados por empresas tecnológicas, o crean sus propias empresas de base tecnológica.
El management del siglo XXI será un management de marcado corte tecnológico. Muchos de los procesos de transformación digital han fracasado hasta el momento porque los consultores que los han diseñado, o los directivos que los han ejecutado, se hallan anclados mentalmente en el antiguo management analógico. No intuyen cómo la digitalización puede reinventar sus negocios, o inventar otros completamente nuevos. No entienden de datos. No comprenden las palancas multiplicadoras de las nuevas tecnologías. No han progresado hacia el management digital. Quien desee abordar una transformación digital debe ser capaz de realizar tres funciones fundamentales: interpretar, deconstruir i reconstruir. Interpretarlas potencialidades de la tecnología, en toda su amplitud. Deconstruir por completo la forma actual de crear y capturar valor, así como las experiencias de usuario o los mecanismos de toma de decisiones. Y reconstruirlo todo de nuevo bajo un nuevo paradigma de inmersión digital, con ayuda de las nuevas tecnologías, poniendo al usuario en el centro y dotando al conjunto de ventajas competitivas combinadas: personalización, flexibilidad, usabilidad, velocidad, coste y calidad de servicio. Este es el proceso metodológico válido para la tan esperada transformación digital. Para ello, será preciso desnudar por completo al consumidor, y volverlo a vestir en un contexto completamente nuevo de procesos digitales, despojándonos de todo lo accesorio y residual de mundo analógico. Deberemos identificar las insatisfacciones del cliente (pains), imaginar nuevas prestaciones imposibles en la era analógica (gains), y construir un nuevo entramado de propuestas de valor digitales.
El manager de la era digital deberá disponer de fuertes dosis de creatividad para librarnos de los viejos axiomas, inventar escenarios futuros que no serán una simple evolución lineal de los actuales, desplegar empatía para situarnos en el lugar del consumidor (mediante la llamada customer-centric innovation), y gestionar proyectos cada vez más híbridos y complejos, con fuertes dosis de tecnología. Si desea liderar la innovación, deberá ser capaz de conceptualizar nuevos escenarios, comunicarlos con convicción y convencer a sus equipos y a sus organizaciones que la transformación tecnológica va mucho más allá de los simples retoques, de las mejoras incrementales, y de la clásica reingeniería de procesos.
Publicado en La Vanguardia, el 27/05/2018