
Jamás me ha gustado el término “I+D+i”. Surge de un modelo antiguo que acumula múltiples prejuicios y errores conceptuales. En primer lugar, mezcla inputs y outputs: la I+D es una medida de esfuerzo (de input); mientras que la innovación (la “i” minúscula) es un resultado (es una medida de output). La innovación es la “explotación con éxito de nuevas ideas o de nuevo conocimiento”. La investigación (“I” mayúscula) crea ese conocimiento, en las empresas o en centros públicos. Investigar exige recursos económicos para generar nuevo conocimiento. La innovación usa el conocimiento para crear riqueza y prosperidad. Por eso me duele especialmente categorizar la innovación con una “i” minúscula. Damos la idea de que la “Investigación” es intelectual o moralmente superior a la “i” (minúscula) de “innovación”. Transmitimos que es más importante la generación de conocimiento que su uso. Pero una idea tiene valor real en tanto se pone en práctica y genera soluciones, empleo y bienestar. La innovación es el motor del progreso. Por eso, la “i” minúscula merece tanta consideración como la “I” mayúscula.
I+D no es igual a innovación. Una empresa puede realizar importantes gastos en I+D, desenfocados, y no llegar a ningún éxito en el mercado. De hecho, no hay evidencias estadísticas concluyentes de la relación entre la inversión en I+D de una empresa y sus resultados económicos. Apple, históricamente, ha invertido mucho menos en I+D que sus competidores directos, como Microsoft. En el otro extremo, Volkswagen era la empresa global más intensiva en I+D hasta 2017, pero no anticipó la irrupción del vehículo eléctrico. Las startups compensan pequeños esfuerzos en I+D, con audaces visiones estratégicas; mientras que grandes compañías con inversiones astronómicas en I+D pierden de vista el futuro al concentrarlas en la mejora de productos maduros. En la ecuación entre I+D e innovación juegan otros factores: modelos de negocio, desarrollo de producto, estrategia o márketing. La I+D jamás se convierte, sola, por arte de magia, en ventas y beneficios reales si no está conectada al resto de procesos de negocio, aunque es evidente que una empresa con una fuerte base de conocimiento puede generar (si tiene estrategia) ventajas competitivas más sólidas.
Tampoco es cierto que un país que realice un gran esfuerzo público en I+D, de forma espontánea, vaya a ser más próspero. Depende de en qué áreas invierta (lejanas o cercanas al mercado), y de con qué propósito trabajen sus investigadores (abiertos a la cooperación con empresas, o cerrados en trayectorias académicas que culminan en la publicación científica). También depende del dinamismo de su economía. La URSS desarrolló ciencia de frontera durante cuatro décadas, con total incapacidad de transferir sus resultados a la sociedad (en una economía planificada donde el mercado era inexistente). ¿Es más rico el país que más invierte en I+D; o un país invierte en I+D porque es más rico? Es evidente que los países más intensivos en I+D son los países ricos, pero correlación no es causalidad. Los países desarrollados han creado potentes sistemas de investigación científica tras consolidar una economía industrial previa que permite financiarlos. Es importante que esa ciencia refuerce la base industrial, para entrar en el círculo virtuoso de la economía del conocimiento. La prosperidad de un país no radica sólo en la calidad y cantidad de su investigación, sino en el grado de conexión de la misma con el tejido socioeconómico. En Asia hemos visto como sus sistemas productivos han partido de la manufactura elemental (textiles y zapatos), y han pasado rápidamente al producto propio, al desarrollo tecnológico, y, finalmente a la investigación fundamental. Cada capa de desarrollo reforzaba la anterior. El camino ha sido, más bien, de la manufactura a la ciencia (de la industria a la innovación y de ésta a la I+D), no al revés. La industria electrónica en China (como antes en Japón o Taiwan), hasta hace poco intensiva en mano de obra barata, se ha robotizado, ha mejorado procesos, ha creado producto propio y ha abordado finalmente la fabricación de chips.
La fórmula I+D+i es incompleta y transmite una dinámica errónea. Parece indicarnos que alguien investiga en los laboratorios, transfiere los resultados a otros que fabrican y finalmente un tercero comercializa esos desarrollos. En realidad, no hay una linealidad entre la I+D y la innovación. Hay muchísimos ejemplos de innovación que no provienen de la I+D (innovación en modelos de negocio, en márketing, en diseño industrial aplicado al producto…). Zara, Starbucks o Ikea no partieron de la I+D. Tampoco la investigación básica revierte inevitablemente en aplicaciones cercanas. Un resultado de investigación científica publicado hoy en Barcelona quizá jamás sea aplicado, o se aplique dentro de dos décadas en Hong-Kong, lejos de la sociedad que lo ha financiado. La ciencia es altruista y se alimenta de circuitos globales de conocimiento. La innovación busca el resultado económico y se materializa en clústeres locales.
La nieve en las cumbres (investigación básica) no garantiza agua en las pequeñas y medianas empresas. La I+D debe ser una actividad distribuida y capilar en el sistema económico. Debemos ser capaces de integrar la I+D como proceso empresarial abierto, conectado con fuentes de conocimiento (universidades, grupos de investigación, centros tecnológicos). Los países deben financiar, con velocidad y contundencia, aquellos nuevos conocimientos que contribuyan al incremento de la competitividad industrial (las famosas “tecnologías habilitadoras”: inteligencia artificial, nuevos materiales, biotecnología, microelectrónica…). Recordemos que la industria es un gran factor de estabilización social: crea clases medias que, al final, sustentan democracias.
Hay que invertir en I+D, de forma creciente. Pero hay que hacerlo con estrategia, de tal manera que esa I+D se convierta en productos competitivos, exportables globalmente ¿Es correcto el concepto “I+D+i”? Yo diría que falta completar la fórmula. Para mí, “I+D+ Impacto = Innovación” (con mayúscula).
(Foto: N. Syzygy)
Hola Xavier,
Encantada de saludarte por tu blog. Te escribe una principiante en el análisis de sistemas de innovación y una sufridora del modelo castellano leones.
Gracias por tus visión critica y por dar con tanta objetividad pautas para que se pueda dar la transformación de los mismos.
Llevo siguiéndole un tiempo, pero durante este último mes más en profundidad, empezando a compartir sus ponencias además con mi amigo y compañero Pablo Viñas que también sé que habéis establecido contacto por redes sociales.
Siempre he pensado que las siglas I+D+it respondían al mayor o menor riesgo de su realización y que de ahí que las dos primeras fueran mayúsculas y la tercera minúscula. Las reflexiones de este podcast me han hecho ver que psicológicamente lo que se tiene interiorizado es lo que usted apunta, la innovacion es menos importante que la I+D.. Si bien, creo que la variable dependiente de la ecuación no es la innovación si no el impacto porque la Investigación y Desarrollo generan impacto sobre el estado de la técnica que no genera la innovación, generan un impacto que define o que determina el concepto propiamente dicho de lo que es la innovación. No sabes que algo es innovación hasta que no vigilias el Estado de la técnica. Y en este sentido en el de establecer el nivel de madurez de la tecnología si veo la ecuación de una manera lineal… Primero inicias la investigación básica, después la industrial, desarrollas y por último implementas en tus procesos o lo llevas a mercado el resultado de esa evolución. Si bien es verdad que la globalización hace que diversos agentes sean los que contribuyan a generar esa innovación. Por otro lado, la ecuación yo la formularía incluyendo it y no i puesto que para mí hay diferencia entre la innovación según usted la define y la innovación tecnológica que no responde a estrategias de marketing o de procesos de gestión. Al igual que no hay que considerar igual una investigación científica que una investigación de mercados en el que se extrae un conocimiento objetivo de la situación de un mercado sin incurrir en riesgo de obtener o no un resultado.
Dicho esto, entiendo su argumento de que se trata de un proceso circular, puesto que la innovación puede dar lugar a la ciencia, lo vemos en la modelo asiático. Mi percepción en esto es que se trata de un modelo más que circular, ramificado en el que los resultados fruto de procesos innovadores o de proyectos de I+D dan lugar a plantear nuevos retos técnicos y del análisis del estado de la técnica de ese reto, surge bien una actividad de Investigación, de Desarrollo o de innovación con impacto nuevamente en el Estado de la técnica o en el mercado. Es por ello, que para mí la ecuación sería I+D+It=impacto tecnológico dentro de un sistema ramificado y no circular que da lugar a aumentar la competitividad y a generar negocio empresarial. Si bien esta ecuación necesita de modelos innovadores de gestión y de investigación de mercados para que se de posible esa generación de negocio y por tanto el impacto en el mercado. La cuestión que le planteo es.. ¿El impacto tecnológico es igual a impacto en el mercado? ¿Existe una correlación directa? Bajo mi punto de vista depende de si existe o no una necesidad en el mercado. Si existe, es directa pues los mercados financieros estarán esperándolo y si no, necesitamos de innovación en estrategias de marketing que generen la necesidad pero en todo caso depende de los modelos de gestión empresarial y de la capacidad de innovar sobre ellos.
Gracias por su atención.
Un abrazo