Imaginemos que nos enfrentamos a alguien que tiene una fuerza, pongamos, de 10. Yo sólo tengo una fuerza de 6. ¿Cómo puedo vencerle? Evidentemente, no mediante una oposición frontal: 10 contra 6 es victoria segura para mi oponente. Pero, si el rival empuja con fuerza 10 y yo, en lugar de oponerme, tiro inesperadamente de él con fuerza 6, acumulo las dos fuerzas en mi beneficio. Le podré desequilibrar y proyectarle al suelo con una fuerza de 16. La fuerza del oponente sólo es efectiva si se ejerce contra otra fuerza menor. Cuando se ejerce en el vacío, esa fuerza no vale nada. Ese es el principio fundamental del judo: utilizar la fuerza del contrincante en beneficio propio, mediante rápidos giros, desequilibrios y concentración de recursos en algunos puntos para derribar al contrario. Ju-Do es el “camino de la flexibilidad”, o, de forma más genérica, el “camino de la fluidez” o el “camino de la adaptación”. El judo es un deporte olímpico de combate sintetizado de antiguas artes marciales japonesas por Jigoro Kano (1860-1938), deportista y pedagogo japonés.
David Yoffie, profesor de Harvard, ya sintetizó hace unos años cómo una empresa puede competir en los mercados utilizando estrategias de judo, con su magistral libro “Judo Strategy”. Especialmente con la emergencia de modelos de negocio digitales, gran número de empresas (sobre todo, startups) se han enfrentado y han vencido a rivales infinitamente más grandes utilizando movimientos que recuerdan sorprendentemente a algunas técnicas de judo. Jóvenes empresas emergentes, dotadas de gran flexibilidad estratégica, toman decisiones más rápidamente, cambian sus posiciones competitivas, modifican sus portafolios, desarrollan nuevos canales, interactúan con velocidad con nuevos perfiles de clientes y, en definitiva, baten a competidores mucho mayores y más potentes explotando sus propias debilidades: la lentitud y falta de reflejos. Las startups atacan desde posiciones inferiores, se sitúan bajo el centro de gravedad de los viejos líderes, los desequilibran, y finalmente los proyectan contra el suelo. Como un competidor de judo.
Practico el judo desde que tenía pocos años. Sólo si has vivido con intensidad un deporte como éste puedes entender y sentir las profundas analogías entre su práctica y la práctica del management. Cuando cursé mi MBA en ESADE quedé fascinado por la disciplina del management, posiblemente porque muchas de las cosas que aprendía, en cierto modo ya las había vivido en mi juventud practicando judo. Cuando me hablaban de estrategia competitiva, me venían a la mente recuerdos de la competición deportiva en los tatamis de judo. Cuando estudiábamos los métodos de producción japonesa (tan en boga en los 80 y 90), con ejemplos tan emblemáticos como el kaizen (mejora continua) de Toyota, los asimilaba recordando las metodologías japonesas de mejora aplicadas en judo: los uchi-komis (infinitas y pacientes repeticiones de un movimiento, buscando la perfección en la sincronía y la potencia del mismo). Cuando explorábamos las core competences de algunas empresas, entendía que estas empresas tenían sus técnicas de judo propias (su tokoi-waza), aquél conjunto de habilidades que las hacían superiores, únicas, exclusivas e inimitables en los mercados.
Ahora, un buen amigo, Ferran Agúndez, maestro de judo y directivo de dilatadísima experiencia en diferentes empresas internacionales, ha publicado un libro extraordinario: Judo Management, que tengo el honor de prologar. En él, Ferrán, ha desgranado las sorprendentes y numerosas analogías entre la práctica del judo y la práctica del management. Desde los principios científicos de ambos, hasta el similar despliegue de valores, estrategia, liderazgo e innovación en los dos campos, buscando siempre sus puntos de conexión conceptuales. Pasando por la sincronización temporal de las dos disciplinas, que nacieron casi en paralelo (la fundación del Kodokan, primera escuela de judo en Japón coincide en el tiempo con la fundación de la Harvard Business School) o por las similitudes entre el randori (combate de entreno) y el método del caso. Management y judo son dos filosofías de desarrollo personal. Son dos tipos de humanismo que nacen en el mismo momento del tiempo en dos culturas diferentes, EEUU y Japón, y que persiguen un mismo objetivo: la formación de personas íntegras y socialmente comprometidas. La formación de líderes capaces de aportar valor a su entorno, a sus equipos y a la sociedad en general
Ferrán ha desarrollado, además, un método práctico de formación directiva basado en los principios del judo. Ha ideado cómo simular una sesión de judo, con toda su simbología conceptual, en programas de formación directiva. Mediante una serie de ejercicios y de prácticas experienciales, los directivos se ponen en la piel de un judoka, juegan con las fuerzas de un rival (uke), experimentan sensaciones de balanceo, desequilibrio y contacto. Y entienden que no existe ningún oponente invencible, sino que en el tatami (como en la empresa, o como en la vida) siempre gana aquél que adopte la mejor actitud y posición competitiva y sea capaz de utilizar positivamente las fuerzas del entorno (como las de los mercados o como las de la fortuna) en beneficio propio, creando valor para él mismo y para los demás. Esa es la máxima del judo: Jita-Kyoey. Amistad y prosperidad mutuas.
¡Muchas felicidades y muchos éxitos, Ferrán!