La UE publicó a final del año pasado su nuevo Regional Competitiveness Index, correspondiente al año 2019. El índice compara el conjunto de las regiones europeas, mediante un grupo amplio de indicadores. Entre ellos, se mide la calidad y transparencia de las instituciones nacionales y regionales, la estabilidad macroeconómica de los territorios, las infraestructuras, sus sistemas de salud, la educación básica y superior, la eficiencia del mercado de trabajo, el tamaño de los mercados comerciales, la preparación tecnológica, la sofisticación de sus negocios o el grado de innovación de sus empresas. En los mapas superiores se puede ver una comparativa entre los resultados de 2010 y los de 2019.
El periodo estudiado se corresponde a la salida de la crisis financiera iniciada en 2008. Se aprecia la consolidación de una Europa Central y del Norte ultra-competitiva, y una degradación de las condiciones de competitividad en los países del Sur, especialmente España e Italia. Ésta última tiene todas sus regiones bajo la media europea. En la siguiente gráfica vemos la evolución de la competitividad en las principales economías de la UE.
Los mapas nos muestran una Europa que aprovechó la crisis de 2008 para realizar reformas estructurales, y salir reforzada; y otra Europa con deberes pendientes. En España, comparando las diferentes autonomías, vemos cómo sólo dos de ellas (Comunidad de Madrid y Euskadi) mantienen índices de competitividad por encima de la media europea. Catalunya cae, durante estos diez años, por debajo de esa media, hasta una mediocre posición 161 de 268 regiones. Todas las Comunidades Autónomas, excepto Madrid y Euskadi, se sitúan en posiciones de baja competitividad. La situación es alarmante en general (con progresos negativos en la mayor parte de territorios), pero algunos casos, como Andalucía o Extremadura, son muy graves, con índices de competitividad decrecientes y muy alejados de la media europea.
En 1988, cuatro de las regiones más competitivas, industrializadas y orientadas a la innovación del momento, firmaron un acuerdo de cooperación transnacional y se constituyeron en los llamados «Cuatro Motores de Europa«: Baden-Wurttemberg (land alemán con capital en Stuttgart), Rhone-Alpes (Francia), Lombardía (Italia) y Catalunya. En aquél momento, se consideraban regiones homólogas, líderes en sus respectivos estados. El acuerdo pretendía un intercambio de información mutua, y colaboración industrial y tecnológica. Posteriormente, se añadieron otras regiones como Gales (UK) o Flandes (Bélgica). Catalunya y Lombardía se han descolgado, claramente, de ese club de regiones selectas, con graves pérdidas de competitividad durante la última década.
Por último, el informe destaca la importancia del efecto «capitalidad» en la mayor parte de los países analizados. La zona más competitiva, en casi todos los casos, corresponde a la capital, con 3 excepciones: Italia (donde Lombardía, pese a la caída notable de su competitividad, es todavía la región más competitiva del país), Alemania, donde numerosos Lander superan a Berlín (Baviera es el motor de Alemania); u Holanda, cuya competitividad está liderada por Utrecht. En el siguiente gráfico se puede visualizar el grado de dispersión competitiva de las diferentes regiones, con la región líder en la parte superior. El gráfico está ordenado con los países más competitivos en la parte superior derecha. Se observan naciones, como Alemania, Dinamarca, Suecia, Holanda o el Reino Unido con una notable homogeneidad en el grado de competitividad de sus regiones, y otros como Francia o España, con una elevada desigualdad y concentración competitiva en algunas de ellas.
Se lo pasaran los asesores a nuestros dirigentes o se irá al cajón el informe.
¿Y a quién le sorprende la evoluciòn en España, con tanto centralismo y el escandaloso trato con el país vasco?