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El Nobel Michael Spence argumentó en su libro “La Próxima Convergencia” (2012) que los países emergentes atraparían a los ricos en términos de ingresos per cápita, productividad y resultados económicos, debido a las fuerzas de la globalización y del cambio tecnológico. En otro libro de título similar, “La Gran Convergencia” (2016), el economista Richard Baldwin reforzó las tesis del primero: si la Revolución Industrial había llevado a una aglomeración de poder que catapultó a un selecto grupo de naciones hacia la riqueza, el siglo XXI vería una homogeneización de todos los países hacia un estándar económico común. Spence y Baldwin se reafirmaban en el paradigma del momento, iniciado con Francis Fukuyama en “El Fin de la Historia” (1992) y Thomas Friedman en “El Mundo es Plano” (2005). Nos esperaba un mundo apacible y nivelado, con crecimiento sostenido y equilibrado
Esa generación de economistas, sociólogos y politólogos falló estrepitosamente en sus previsiones. No contemplaron la naturaleza volátil de las nuevas fuentes de poder. Capital, tecnología y talento no se distribuirían de forma homogénea, sino que se iban a concentrar exponencialmente en unos pocos territorios y en unas pocas corporaciones. En tecnología, el ganador se lo lleva todo. Quien tiene más fuerza en I+D suele ganar más mercado. Quien gana más mercado, acumula más beneficios y más datos, que le permiten mayor inversión en I+D y mayor penetración en los mercados, en un bucle monopolístico que expulsa a los débiles.
Nada mejor para entender esta concentración de poder que la ceremonia de toma de posesión del presidente Trump ante la oligarquía tecnológica norteamericana. Aires de coronación imperial. Napoleón en Notre-Dame, en 1804, ante los mariscales de su ejército. No va a haber convergencia, sino una gran divergencia. Jamás ha habido una acumulación similar de poder político, económico y tecnológico en tan pocas manos (bueno, solo en otro caso: la China actual). Donald Trump inauguró su mandato tecnolibertario con un anuncio sin precedentes: una inversión de 500.000 millones de dólares en infraestructuras de inteligencia artificial (IA). Esta iniciativa, («Proyecto Stargate»), será liderada conjuntamente por empresas como OpenAI, SoftBank y Oracle, y tiene como objetivo construir un vasto ecosistema de centros de datos para el desarrollo de modelos avanzados de IA. Se inicia una era de desregulación, aceleración tecnológica y proyectos faraónicos, que va a incrementar brutalmente la concentración de capital, tecnología y poder. El mundo cambiará radicalmente en la próxima década.
Se han empezado a mover las piezas. Mark Zuckerberg (Meta) ha anunciado la construcción de un gigantesco centro de datos, de dimensiones equivalentes a una gran parte de la isla de Manhattan, para atender simultáneamente con servicios de IA a mil millones de usuarios. Meta planea invertir más de 60.000 millones de dólares este año en esta iniciativa y dispone del capital necesario para mantener este ritmo de inversión en los próximos años. Microsoft anunció otra inversión similar, de 80.000 millones. Todo ello tensiona la competencia por recursos energéticos. Trump, en Davos, declaró que construirá las infraestructuras energéticas necesarias para la IA, incluso recurriendo a procedimientos de emergencia. Aseguró que su objetivo es consolidar a EE. UU. como la «capital mundial de la IA y las criptomonedas». El consumo energético será colosal. Volverá la energía nuclear. Las grandes corporaciones redirigen su atención hacia el desarrollo de reactores nucleares modulares como una solución estratégica. Amazon, Google, Microsoft o Meta tienen entre sus manos proyectos de ese tipo.
¿Todo está decidido? Todo no. Un inesperado mísil de largo alcance, proveniente de la galaxia del Dragón, ha impactado por sorpresa en la constelación de Darth Vader. Irrumpe DeepSeek, un oscuro modelo chino de IA que parece superar a las versiones más avanzadas de ChatGPT. DeepSeek es gratuito, de código abierto, y su entrenamiento es increíblemente barato. Su llegada hace cuestionar, de repente, todo el modelo de inversión americano en IA. El mísil ha perforado momentáneamente el Nasdaq. Un billón de dólares volatilizados en pocas horas, en una historia muy extraña: ¿puede un humilde emprendedor chino, en un garaje remoto, y con algunos procesadores de segunda mano, batir a la industria tecnológica occidental? Kai-Fu-Lee, ex presidente de Google China, dice en su libro “AI Superpowers” que jamás despreciemos la capacidad de copia, perfección y escalado ultrarápido de los ingenieros chinos (a los que llama “gladiadores”, por su combatividad y resistencia al sufrimiento). Xi Jinping estará sonriendo en Tiananmen: tras los ostentosos anuncios de Trump, el buque insignia de la flota americana, Nvidia, ha zozobrado peligrosamente. China va a plantar batalla.
¿Será DeepSeek el diseño dominante de la IA global? ¿Adoptaremos masivamente ese sistema? ¿Confiaremos datos sensibles a un modelo de IA conectado a superordenadores chinos? No lo creo. Pero, paradójicamente, si realmente DeepSeek ha conseguido un potentísimo modelo de IA low-cost, eso puede ser un paso definitivo para la democratización de la IA, expandiendo el mercado, y acelerando globalmente la demanda, con beneficios colaterales para EEUU.
¿Cómo será el mundo en 2035? Desde luego, no será convergente. Se anticipa una guerra de las galaxias entre dos bloques antagónicos. Veremos un mundo de polarización extrema, y de brutal acumulación de poder entre un imperio americano tecnolibertario con ansias expansionistas, y un conglomerado alternativo autocrático y con despliegue de control social digital, que pivotará sobre China y sus satélites. No nos gusta, pero todo parece indicar que será así. La vieja Europa puede ser tierra de nadie, zona de frontera, el viejo limes romano. Un magma permeable, desorganizado y empobrecido, abonado a populismos y extremismos. Aunque hay una luz de esperanza: si DeepSeek ha demostrado que puede desarrollar un modelo avanzado de IA sin los grandes recursos de inversión de las big tech, Europa todavía está a tiempo de sumarse a esa carrera.