Charles Darwin fue un naturalista ingles que publicó, en 1859, un libro que revolucionaria el mundo, la religión y la historia de la ciencia: El Origen de las Especies. En dicho libro se postulaba que todas las especies vivas descendían de un ancestro común, y proponía una teoría científica que sentaba los patrones de la evolución de las especies mediante un proceso de selección natural. Para Darwin, no eran las especies más fuertes, ni las más rápidas ni las mas inteligentes las que sobrevivían, sino aquellas que mejor se adaptaban a su entorno.
Hoy sabemos que la evolución de las especies se rige por dos mecanismos fundamentales: la variación y la selección. Los diferentes individuos de una población transmiten copias de su ADN a sus descendientes. Pero dichas copias son imperfectas. En la mayoría de los casos, existen mutaciones en el código genético, muchas de las cuales pasan desapercibidas por no tener efectos visibles en la fisiología del nuevo individuo. Algunas copias imperfectas generan graves anomalías y defectos congénitos. Otras, sin embargo, generan cambios que permiten una mejor adaptación al entorno. Y es el entorno el que selecciona cuales son los individuos mejor adaptados.

Pero existe una diferencia fundamental en cuanto el mecanismo de variación: en los ecosistemas económicos, a diferencia de en los ecosistemas biológicos, la variación (las mutaciones en el ADN empresarial, en sus rutinas, productos, procesos, sistemas y valores) no son aleatorias: pueden ser planificadas. Los cambios para adaptarnos al entorno pueden ser dotados de inteligencia competitiva. Pueden analizarse estratégicamente. Pueden ejecutarse sistemáticamente.
En un mundo en que las leyes de la economía las podía haber escrito el mismísimo Darwin, la innovación emerge como proceso sistemático e imprescindible de gestión para adaptarnos al entorno con inteligencia competitiva.
Reflexión interesante acerca de cómo los humanos hemos superado las restricciones que imponen los mecanismos de la evolución darwinista gracias a la novedosa capacidad de innovación de nuestra especie…
http://edge.org/conversation/infinite-stupidity-edge-conversation-with-mark-pagel
Es cierto que se transmiten copias de ADN a la descendencia, que puede haber mutaciones genéticas visibles o no visibles en la fisiología del nuevo individuo, pero se me ocurre otro importante factor más que está relacionado con la adaptación al entorno y, por tanto, sujeto a la innovación: sí, los genes están ahí, pero tal como dijo Nijhout "Cuando se necesita el producto que codifica un gen, es una señal del entorno, y no una propiedad intrínseca del gen, la que activa la expresión de dicho gen". Así pues, los genes se activan o no dependiendo de señales del entorno; esto significa que la codificación genética no es tan importante, lo importante es qué genes están activados y qué genes no lo están. Incluso Charles Darwin admitió en una carta a Moritz Wagner, a finales de su vida, que la Teoría de la Evolución había infravalorado el papel del medio ambiente. Esta es la base de la ciencia de la Epigenética, que significa “control sobre la genética”. Las investigaciones epigenéticas han establecido la influencia medioambiental (nutrición, estrés y emociones, entre otras muchas) puede modificar los genes sin alterar su configuración básica; y esas modificaciones se pueden transmitir a la descendencia (empezamos a tener defensores de Lamarck, despreciado evolucionista que creía que los rasgos adquiridos como resultado de la influencia ambiental podían transmitirse a la descendencia). Las proteínas cromosómicas juegan un papel en la herencia tan importante como el mismo ADN. El ADN forma el núcleo de los cromosomas y las proteínas recubren el ADN como una funda. Cuando los genes están recubiertos, su información no puede ser “leída” (son, por tanto, inactivos). La información que regula la biología comienza con “señales ambientales”, que son las que controlan la unión de las proteínas reguladoras al ADN. Así, las proteínas reguladoras controlan la actividad génica, y nos lleva a sustituir la “Teoría de la Supremacía del ADN” (o determinismo genético) por la “Teoría de la Supremacía del Entorno”. El flujo de información ya no es unidireccional, sino que el ARN puede ir en dirección contraria al flujo previsto y reescribir al ADN. El nuevo flujo de información biológica comienza con una señal del entorno, que después se transmite a una proteína reguladora y, sólo en último lugar, llega al ADN y al ARN, y da como resultado una proteína. Si sólo nos centramos en los moldes (ADN), nos será difícil comprender la influencia del entorno…
Un abrazo!!