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En las próximas dos décadas asistiremos a un cambio sísmico en la configuración sociopolítica del mundo. La digitalización es una fuerza exponencial, que responde a la famosa «ley de Moore»: cada 18 meses, aproximadamente, se dobla la capacidad de integración de dispositivos en los semiconductores. En términos prácticos, esto significa que la capacidad de procesar datos se multiplica por dos cada año y medio, aproximadamente. Por ello, de forma creciente en progresión geométrica, cada vez tenemos más potencia en el tratamiento de información, lo que revierte en infinidad de aplicaciones en la economía, en la salud, en la administración, en las finanzas o en el ocio. En negocios, además, quien dispone de los algoritmos y de los datos tiene una ventaja competitiva realimentada: cuanta más capacidad de proceso, más precisión en las decisiones, más atractivo para los clientes, más datos de los mismos, mayor capacidad de refinar los algoritmos y, de nuevo, creciente capacidad de atraer nuevos clientes.
La resultante de todo esto es la emergencia de corporaciones exponenciales (Amazon, Google, Microsoft, Facebook …), y de naciones exponenciales (básicamente en Asia, con China a la cabeza, cada vez más similar a una autocracia automatizada). The winners take it all (los ganadores se lo llevan todo). En medio, unas antiguas clases medias occidentales acomodadas, que ven como se convierten las grandes perdedoras del juego del cambio tecnológico global. Cada vez tenemos más información y más tecnología en nuestras manos, pero menor poder adquisitivo y más precariedad laboral. Por las grietas del cambio sísmico, fluye rápidamente el populismo, vendiendo soluciones mágicas a problemas extraordinariamente complejos, que no son más que las evidencias de una disrupción en el orden internacional surgido de la Segunda Guerra Mundial, y una rápida evolución hacia un nuevo orden inquietante y todavía desconocido.
Dos cosas parecen claras: por primera vez, la humanidad dispone de las herramientas y el conocimiento para generar riqueza y prosperidad a gran escala. Pero, por otro lado, estas mismo se herramientas (la tecnología) amenazan con un futuro precario, sin trabajo y con graves tensiones sociales y políticas.
¿Estamos preparados para un futuro en el que, según algunos estudios, hacia el 2060 toda tarea humana podrá ser desarrollada por un algoritmo digital o un robot? Es evidente que, en este escenario, o introducimos innovaciones sociales radicales, o la revolución está servida. La Renta Básica Universal (UBI: Universal Basic Income) parece la solución que apuntan muchos expertos. Si toda tarea humana puede ser hecha por un sistema electrónico o mecatrónico, ¿podría ser que los humanos nos liberáramos de la obligación de trabajar? ¿Puede la condena (o la bendición) bíblica de «te ganarás el pan con el sudor de tu frente» que marcó la expulsión del Paraíso ser cuestionada gracias a la ley de Moore?
Yo creo que sí. Debemos imaginar una sociedad futura, a 50 años vista, donde las fuerzas de la tecnología han seguido operando en profundidad y transformando la procesos, productos, servicios y modelos de negocio. Una sociedad extremadamente culta, dotada de un fuerte pensamiento crítico e inmersa en una hiperproductiva economía del conocimiento. Una sociedad globalizada, que ha convergido hacia un estándar económico común. Una sociedad de hombres y mujeres libres que, por el simple hecho de ser ciudadanos, tienen derecho a una renta básica (que les impide caer bajo los umbrales de la pobreza), y que es universal (para todos). Este instrumento substituiría gran parte de los ineficientes y burocratizados estados del bienestar actuales. No hablamos de una especie de neocomunismo: la RBU significaría un suelo social mínimo, a partir del cual (por supuesto) seguiría operando la libertad económica y la iniciativa personal. ¿Por qué no un mercado de trabajo mucho más voluntario y dinámico, donde compatibilizar el trabajo en varios proyectos simultáneos, sin miedo a caer en la pobreza, en el marco de una economía intensamente digitalizada, productiva y flexible?
Numerosos focos de la investigación económica están puestos sobre esta idea. ¿Como se comportaría una población en estas condiciones? Se han hecho numerosos proyectos piloto en todo el mundo, pero ninguno tiene la escala y las condiciones que lo hacen concluyente. Algunos, como el reciente de Finlandia, han sido muestras acotadas donde la renta se concede a poblaciones en riesgo de exclusión (con lo que sólo se observa una parte del fenómeno). ¿Qué pasa cuando otorgas una renta similar a población que ya trabaja? Podría ser que, al verse liberados del riesgo de la pobreza, muchos atrevieran a emprender proyectos personales. Quizás la RBU es una nueva forma de política de emprendimiento, una especie de venture capital for people.
El debate está abierto. En Barcelona se está llevando a cabo una prueba , que nuevamente es limitada en recursos y enfoque (no existen pruebas piloto concluyentes por su elevado coste). Andrew Yang, candidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos es un defensor declarado de esta medida , y propone un «dividendo de la libertad» de 1000 $ mensuales para cada estadounidense. En sus palabras «hemos visto como Amazon no ha pagado nada en impuestos federales, a pesar de tener récord de ingresos. Si los grandes ganadores de la Era Tecnológica no pagan impuestos, no tendremos dinero para nada. Pero si somos capaces de beneficiarnos de estas innovaciones, podremos pagar $ 1000 por mes a cada americano «.
El sistema crea riqueza, pero no la distribuye. Tecnologías disruptivas, como la inteligencia artificial, penetrarán en todos los aspectos de nuestra vida. El mercado de trabajo sufrirá cambios significativos. Caerán viejos paradigmas (quizás pronto será más fácil sustituir un médico que una enfermera, o un director general de hotel que un limpiador de habitaciones: los sistemas de decisión algorítmica avanzan más rápidamente que los dispositivos mecánicos). No sabemos si la solución será la Renta Básica Universal. En cualquier caso, el primer paso es construir economías avanzadas, intensivas en I+D, que permitan plantearnos reediciones del Estado del Bienestar como las apuntadas (u otras) … Por cierto, ¿donde ha quedado el debate de la I+D y del futuro del trabajo en la reciente campaña electoral?
(Artículo publicado originalmente en Viaempresa)
Lo que se vaticina en este post, además de ser concluyente se acerca a la realidad. Figuras como los knowmads serán importantes a modo del desarrollo del trabajo, el cual en reducidas cuentas, dejará de ser meramente tradicional y operativo, como lo conocemos hoy en día.