Hace ya tiempo que uso la matriz riesgo/ retorno para explicar en mis clases las bases de la innovación. Esta matriz parte de un principio de racionalidad: sólo asumiremos mayor riesgo si esperamos un mayor retorno. Existe, por tanto, una correlación sobre esa matriz en nuestra toma de decisiones: optaremos por asignar recursos a las zonas de bajo riesgo/ bajo retorno (zona roja); o alternativamente a las zonas de alto riesgo/ alto retorno (zona azul). Las áreas externas a esa correlación serían “irracionales”: nadie, racionalmente, invertiría recursos en proyectos de alto riesgo sin esperar nada a cambio, y debería desconfiar seriamente de proyectos que anticipen altos retornos sin asumir excesivos riesgos (zona amarilla).
He bautizado las zonas de la matriz con diferentes colores para intentar ofrecer una teoría holística de la innovación. Veamos:
La “innovación roja” es la tradicionalmente denominada “de océano rojo”. Es la zona conservadora, donde de forma natural intentaremos competir: financiando proyectos de bajo riesgo esperando retornos incrementales. Ahí se hallan los cientos de proyectos de mejora continua de cualquier organización. Ahí encontramos las innovaciones inducidas por el cliente, que nos pide modificaciones de producto o servicio (exentos, en general, de riesgo de mercado, pues los pide el cliente). Ahí está la innovación de continuidad (sustaining innovation) que busca fortalecer el núcleo de negocio (core business). Ahí están las dinámicas incrementales de mera adaptación a los cambios del mercado o de búsqueda de la eficiencia productiva. Y ahí es donde ponemos nuestros ahorros cuando en el banco exigimos seguridad (y nos ofrecen, a cambio, bajo tipo de interés). Ahí es donde los productos y servicios maduros juegan sus partidas de resistencia en la reducción de precios y de costes. Es guerra defensiva, donde el mercado está saturado, y donde el océano se tiñe de rojo de la sangre de los competidores.
La “innovación azul” es la de océano azul. La de espacios de mercado nuevos, libres de competidores. Es guerra ofensiva. Jugamos al ataque. Competimos ahí sin realmente competir: estamos abriendo segmentos vírgenes, no previamente demandados por los consumidores. Nos dirigimos a perfiles inéditos de usuarios, que no han explicitado antes la existencia de las necesidades que vamos a cubrir. Es un espacio abonado para la innovación tecnológica: las nuevas tecnologías, por su naturaleza, son capaces de cubrir necesidades inimaginables antes de su existencia. Es la zona de disrupción: irrumpimos en el mercado sin que éste nos lo pida. El nivel de riesgo es muy superior, pero si acertamos, el retorno es suculento: podemos operar en condiciones de monopolio (al menos, temporalmente, mientras no lleguen imitadores). Tendremos las ventajas del pionero, y podremos desplegar estrategias de protección mediante barreras de entrada (por ejemplo, patentes). Es el caso de Boeing cuando desarrolla el 787 Dreamliner (primer avión con fuselaje de plástico (composites) para abrir un océano azul en los viajes de larga distancia con aviones de tamaño medio ultraeficientes en consumo de combustible. O de Sony, cuando lanza su Walkman (no había manifestaciones en las calles pidiéndolo: el mercado no se imaginaba la nueva experiencia de consumo, escuchar música paseando). O del buscador de Google, de los microprocesadores de Intel o del ordenador personal. Es la zona no substitutiva de negocios preexistentes, aquélla que genera verdadero crecimiento económico.
La “innovación blanca”, pese a ser aparentemente irracional, existe y cubre una importante necesidad: es la Innovació de laboratorio. La de la administración pública, capaz de invertir importantes recursos en proyectos sin retorno económico aparente. Es la zona de la investigación fundamental, la de la investigación holística universitaria, la de la investigación médica, o la de los proyectos espaciales. La zona de exploración de las fronteras de la ciencia por el bien altruista de la humanidad, sin esperar beneficio económico, pero persiguiendo liderazgo científico, externalidades económicas no inmediatas y la creación de nuevo conocimiento que algún día sea convertido (si se da la oportunidad) en nuevos océanos azules.
La “innovación amarilla” o “innovación de oro” es la que se da en zonas de bajo riesgo con alto retorno. ¿Es ello posible? Ahora, especialmente, lo es a través de plataformas y canales digitales, que permiten probar apps que crezcan exponencialmente por la red, y se conviertan en puntos de acumulación de usuarios en pocas semanas. Es el caso de Facebook (idea afortunada, fácil de programar, y exponencialmente escalable), de Whatsapp (aplicación vendida por 19.000 millones de dólares con sólo 13 empleados, sin un dólar de facturación y sin siquiera modelo de negocio), de Airbnb o de Uber. Son los océanos de oro de los modelos digitales. En muchos casos, fuertemente especulativos. Es la zona de la economía start-up digitalizada, la de la vibrante compra y venta de compañías. La zona del capital riesgo, de los nómadas digitales, del emprendimiento en salas de co-working y de la ilusión por hallar la piedra filosofal que nos haga inmensamente ricos. Aunque esa zona suele ser muy poco distributiva: la riqueza, si se produce, se suele concentrar en manos de inversores y emprendedores afortunados, pero no está claro que los modelos de negocio creados generen empleo abundante y de calidad.
¿En qué tipo de innovación opera usted a nivel personal? ¿Y a nivel corporativo? ¿Y su país, en qué tipo de innovación despunta?
Interesante esquema teórico-descriptivo para clasificar los tipos de Innovación.
Como en otros casos similares de matrices, se asume una simplificación extrema, al manejar únicamente 2 variables (riesgo y retorno) y se mantiene la dificultad de precisar lo que se considera alto o bajo,…
Lo más útil, sin duda, es la descripción de esos 4 tipos de Innovación.
Gracias, Xavier.
Muy interesante el artículo que correlaciona innovación con riesgo y rendimiento. Creo que deja clara la importancia de la inversión en ideas innovadoras para mejorar la sociedad y las empresas que en ella trabajan.
Gracias por ese aporte, sobretodo que en los paises de primer mundo parece que está todo inventado..
La clasificación por colores permite identificar con mucha facilidad los tipos de innovación y la cantidad de riesgo y retorno que cada uno tiene. Estoy de acuerdo ya que en esta clasificación se puede diferenciar los tipos de inversiones que puedo realizar dependiendo del riesgo que presentan, y así poder lograr marginar la utilidad o el retorno de la inversión. »A más riesgo, más ingresos», tomando este ejemplo se cae en la zona roja, que no determina que sea una decisión acertada en todos los casos, permitiendo reflexionar que de acuerdo a las características que nos presente la condición de inversión o innovación, tendremos resultados que podrían ser similares o radicalmente opuestos, tomando un ejemplo del color amarillo, se puede decir »Con bajo riesgo, alto retorno». Cada circunstancia nos permite analizar y colocarnos en los distintos puntos (colores) y definir decisiones particulares para lograr los objetivos.
Buenas tarde Xavier,
Suena bastante equívoco que los fondos de capital de alto riesgo pertenezcan a la zona amarilla(denominada de bajo riesgo)¿no crees? según el texto de apoyo de la matriz.
La matriz es exquisita por cierto.
Muchas gracias
Alfonso, el capital jamás es de riesgo (aunque se autodenomine así). Es «de más riesgo» quizá que en la zona roja, pero jamás es «de riesgo».
Interesante visión, muy didáctica. Quizás la innovación dorada es la única innovación válida para organizaciones emergentes, donde un alto riesgo no es posible.
En cualquier caso, enhorabuena por ofrecernos una visión tan clara.