Un blog para los apasionados de la Innovación 6.0

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POR QUÉ NO AVANZAMOS HACIA LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

Estos días he leído algunos artículos de prensa, y he asistido a algunos foros donde se continúa hablando de los problemas que tenemos para avanzar hacia la deseada “economía del conocimiento”. Me ha parecido volver al pasado. Cansino debate. Hace quince años, las discusiones eran las mismas. En muchos casos, con los mismos protagonistas. Me he decidido a listar algunos de los frenos por los que no avanzamos:
 
1. Porque la economía del conocimiento precisa un sólido substrato industrial. Durante años se ha despreciado la actividad industrial y se ha considerado que la mejor política industrial era la que no existía. Al fin y al cabo, los mercados eran inteligentes. Por ello su asignación de recursos maximizaba el retorno en el corto plazo, y se centraba en sectores especulativos (finanzas, construcción). Además, hemos vivido en un espejismo (y lo seguimos haciendo). Hay una nueva fiebre puntocom. Miles de chavales jóvenes intentan montar su negociete por internet (de nuevo, 15 años después, se repite el error). Ventas on-line, que no generan valor agregado, webs de intermediación de servicios o similares. Mientras el mundo se reindustrializa, nosotros asistimos complacientes a una tímida salida de la crisis, con un modelo competitivo de bajo coste, adornado por algunos espejismos de emprendimiento. Y, si les pedimos a los empresarios más representativos de nuestro tejido económico, nos dirán que “no es necesario que la administración haga nada”. Al fin y al cabo, los mejores empresarios de estas lares (creadores de grandes negocios de construcción, inversión, distribución, o servicios) jamás han necesitado políticas industriales, precisamente porque no son de sectores industriales.
 
2. Porque el esfuerzo público en investigación e innovación sigue orientado íntegramente al sector público. De forma aplastante, los programas de soporte a la I+D se orientan a financiar proyectos públicos de I+D, en universidades y centros de investigación, que siguen desarrollando actividades de investigación alejadas de las necesidades industriales. Con la crisis, el gap se ha incrementado: la ciencia persigue la excelencia, y para conseguirla no puede contar con una industria debilitada, a la que inexorablemente deja atrás. Los vasos cada vez son menos comunicantes.  ¿Y si cambiáramos el mix? ¿Y si, sin renunciar a la excelencia y a la evaluación en rigurosa clave científica, se priorizaran proyectos en los que existiera coinversión –y por tanto interés- empresarial? Organismos que en su momento tuvieron roles determinantes, como CDTI, optan cada vez más por conceder créditos reembolsables, en lugar de ayudas directas. Y, si volvemos a preguntar a nuestros representantes empresariales, nos volverán a decir lo mismo: nada de ayudas. Como mucho, créditos. Muy bien, pues sólo las empresas más solventes, aquellas que, de hecho, no necesitan los recursos, serán las que se beneficiarán. Sólo aquellas con patrimonio para garantizar los retornos. Para proyectos, además, seguros (pues los créditos se deben retornar, obviamente). Es decir, los pocos organismos públicos que soportan la investigación industrial asumen menos riesgo que la banca comercial, y se dedican a apoyar empresas que no necesitan esos recursos, en proyectos sin incertidumbre. Mientras, el grueso de los recursos públicos disponibles van a proyectos públicos de investigación no orientada que jamás crearán ocupación. La industria, la PYME, la verdadera investigación industrial y la innovación de ruptura quedan al margen de este diabólico juego. Juego, por lo demás, inepto e ineficaz.
 
3. Porque el sistema de incentivos académico no contempla los proyectos industriales. Se sigue generando conocimiento, sí. Pese a los recortes y a las fatigas que la universidad ha sufrido en los últimos años. Pero el gran incentivo que puede hacer culminar con éxito una carrera académica, llegando a una cátedra, es la publicación (algunas tan esotéricas como nos podamos imaginar). No la contribución a la creación de empleo de calidad. Si un investigador debe optar entre profundizar en un campo de la ciencia hiperespecializado y emergente, con poca competencia académica, donde las posibilidades de publicar sean superiores, u otros donde el impacto o el beneficio en el entorno sea superior pero estén ya saturados a nivel de publicaciones, optará por el primero. Además, no nos engañemos, siempre es más cómodo investigar de puertas adentro que hacerlo buscando resutados tangibles y medibles en consorcio con agentes del entorno real ¿Es éste el sistema deseable?
 
4. Porque existe la creencia de que todos los buenos proyectos encontrarán financiación en el mercado. Falso. ¿Qué son los “buenos” proyectos? El mercado optará por proyectos de máximo retorno en el corto plazo. Cientos de proyectos disruptivos están huyendo hacia ecosistemas innovadores más generosos, desesperados por la falta de recursos financieros. Las decisiones del mercado no tienen por qué estar correlacionadas con la competitividad nacional en el largo plazo, ni con la construcción de un sólido sistema nacional de innovación, ni el desarrollo de una industria basada en conocimiento. Parece que no aprendemos. Si dejamos al mercado solo, volveremos al auge de la construcción y de los productos financieros especulativos. ¡Ah sí! Y, en todo caso, siempre podemos decir al joven emprendedor que no encuentra quien le escuche (especialmente si su proyecto es de base científica) que “su mercado es el mundo”. Es decir, que se vaya. Que busque inversores en Boston, Tel-Aviv o Seúl… Big thinking. Gran solución. Con una salvedad: el problema de empleo lo tenemos aquí, no en Boston, ni en Tel-Aviv, ni en Seúl
 
5. Porque existe exceso de “opinática” y visión a corto plazo. En innovación, todo el mundo opina y muy poca gente realmente sabe. Se opina que lo que se debe hacer es, precisamente, no hacer nada (y así nos va). Se opina que lo necesario es asesorar emprendedores. Se opina que la administración debe actuar como consultora especializada (suplantando al mercado de consultoras). Notorios empresarios afirman que la administración debe apoyar nuevos modelos de negocio, jamás desarrollo tecnológico. Se opina que hay que «apostar» por un sector, u otro (¿Esto va de «apuestas»? ¿Todo al rojo?). Se opina sobre investigación orientada o no orientada, sobre centros tecnológicos sectoriales o territoriales. Se opina en todas direcciones. Se multiplican los foros sobre la necesidad de aproximar industria y academia, las conferencias sobre mecanismos de salida de la crisis, los bootcamps para emprendedores… Se opina, reopina y vuelve a opinar en cada legislatura. Y el resultado es que infinitos políticos se suceden en cargos absolutamente críticos para la competitividad nacional, esenciales para la creación real de ocupación, opinando y cambiando de opinión en un ciclo lamentable que se perpetúa en el tiempo.
 
6. Porque siempre nos queda el recurso de Europa. Al fin, cuando realmente la innovación continúa en el centro de todos los discursos y opiniones económicas y políticas, cuando sigue siendo el concepto de moda para salir de la crisis, y sigue estando en la cola real de todos los presupuestos, siempre nos queda una salida: Europa. Señores de la PYME que desean iniciar alguna actividad investigadora y no tienen recursos financieros, váyanse a Europa. Busquen un consorcio europeo, piérdanse en el mar de convocatorias y en el océano burocrático de Bruselas, lleguen a acuerdos con una serie de socios exóticos, preparen una memoria repleta de palabras clave que deseen oír los officers de la Unión Europea, y prueben suerte… Igual triunfan, tienen éxito y hasta crean empleo. Pensábamos que las prioridades estratégicas se abordaban con recursos propios, que los países competitivos debían tener fondos de investigación industrial, pero no. Seguro que con recursos europeos (no con los de aquí) algún día llegaremos a ser alguien en la economía internacional, y la pesadilla del paro sólo será un amargo y lejano recuerdo.

 

0 responses to “POR QUÉ NO AVANZAMOS HACIA LA ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO

  1. Excelente articulo, enfrentar una situación tan compleja, explicada con una entendible sencillez, no es tarea fácil, el resultado (en mi caso al menos) es de una constatación al desanimo, en cuanto a la dificultad de poder visualizar un cambio en las condiciones actuales del "establishment" .

    Saludos
    Jose Cuni

  2. Yo añadiría algunos puntos:
    Las empresas que acercan a la universidad con la intención de ver qué sacan de gratis.
    Las empresas a veces se interesan en proyectos más por la desgravación fiscal que por la investigación en sí misma.
    Las empresas, a diferencia de los países más avanzados, desprecian a los profesionales con el grado de doctores, lo cual es muestra de su sensibilidad hacia la investigación y la innovación.
    La sociedad impone modelos de vendedores de humo y charlatanes. En tu caso, ¿hablas desde la experiencia de investigar y transmitir conocimiento al sector industrial, o eres uno de tantos que se dedica a teorizar sobre lo que deben hacer los demás?

  3. Hablo desde la experiencia de haber estado 10 años en la industria, 10 más en la administración como responsable de políticas de I+D, y siempre vinculado a la universidad. Tenemos empresarios excelentes y nefastos, tanto como científicos excelentes y nefastos. Es cierto que las empresas desprecian a los doctores, y los doctores desprecian a las empresas. El problema es que no han existido políticas sistemáticas de aproximación entre ambos mundos. El problema, simplemente, se soluciona con nuevos sistemas de incentivos. El investigador debe poder promocionar si trabaja con empresas, y la empresa debe tener apoyo económico para afrontar proyectos de muy alto riesgo como la investigación de largo plazo.

  4. Gran artículo! Me añado a la petición de namariona sobre el análisis de los proyectos europeos, porque tienen un potencial enorme y se suele utilizar simplemente para sacar la subvención.
    Si no te importa quisiera añadir un motivo, falta plan estratégico. Si una empresa se plantea que quiere hacer dentro de 5 años verá que necesita innovación. Y los grupos de investigación en lugar de sacar financiación de donde se puedan, que busquen proyectos coherentes con sus líneas.

  5. Estimado Fernando, interesante artículo, que me ha evocado muchas cosas a mí, que llevo más de 15 años constantemente cerca de labores de I+D+I a lo largo de 4 pymes (pequeñas) y 2 universidades (grandes). Permíteme apuntar y discrepar en algunos puntos de tu artículo y de los de los comentaristas previos para contribuir positivamente al debate:
    – No es cierto que las empresas desprecien a los doctores, yo mismo soy un doctor que demuestra el acierto de la inciativa Torres Quevedo. Simplemente, no es un factor relevante para ellas. Si eres doctor y pueden pagarte lo mismo que a un licenciado, tanto mejor; si eres licenciado y te pueden pagar lo mismo que a un bachiller… y así sucesivamente. Pero eso no significa que haya una oposición manifiesta, creo yo. Lo que yo creo, no obstante, no es mucho más halagüeño: simplemente, las empresas no suelen pagar el conocimiento (los mecanismos de adquisición y validación de nuevo conocimiento), sino otro tipo de cualidades humanas y de relación.
    – Las pymes de este país dedican mucho tiempo y dinero a la I+D+I, pero no la llaman así. En talleres se está innovando día sí y día no, hay gente que le toca discurrir e idear a cada contrato, pero no lo refleja en ningún documento ni lo deja para mejoras posteriores a los nuevos; no lo protegen ni tienen idea de lo que significa la patente o el secreto industrial, ni creen que les haga falta. Yo he llegado a ver cómo una gran ingeniería pedía la entrega del material para un proyecto complejo a mi empresa acompañado de todo el trabajo de ingeniería y desarrollo para serles entregados ya en su formato de documentación con sus logos, de forma que no tuvieran que hacer nada salvo pagar. Es decir: no hace I+D+I quien parece que podría hacerlo, pero sí se hace, de forma no visible. Yo creo que con la I+D+I está pasando como la violencia de género, que parece que ahora la hay y antes no por el hecho de que ahora sale en televisión.
    De hecho, la impresión que tengo yo es que las pymes se pasan inventando; que parece que hubiera que reinventar la rueda constantemente; que parece que el ego del diseñador actuara como un freno que le impidera averiguar antes si alguien ya había resuelto ese problema técnico o uno parecido. Se invierte también demasiado en I+D+I y poco en búsquedas sistematizadas de conocimiento.
    – Me alegra de que convivan ligados en el mismo artículo los conceptos "economía del conocimiento" y "substrato industrial". Parecía que eso de la "(…) del conocimiento" consistía en la "desmaterialización" de la sociedad: el que todos íbamos a vivir de Internet y las Telecomunicaciones (incluso olvidando que alguien tiene que fabricar los ordenadores y las tablets). Sobre esto, recomiendo los artículos de Andrew Liveris, que ya está dando la voz de alarma dentro de USA.
    – Me exaspera el maniqueismo existente en la polaridad empresa-universidad. Es lógico que la empresa no se dedique a hacer investigación pura, que entraña mucho riesgo y un retorno de la inversión incierto. No se le puede exigir a la empresa que haga investigación: Para eso tiene que estar la universidad, y es bueno que así sea. Pero tampoco creo que sea necesario: lo que es lógico que la empresa haga desarrollo de producto, pero no porque reciba una subvención para ello, sino como ventaja competitiva. Y de hecho lo hace, pero no lo llama así, y el desarrollo se pierde cuando la empresa desaparece o cambia de personal. Hace falta algo más, mucho más intangible que los recursos económicos o materiales: hace falta creérnoslo. Edison era un inventor, pero, sobre todo, era un hombre de negocios. Por eso progresó como progresó, y sus desarrollos perduraron.
    – Lo que yo creo que beneficiaría a ambos mundos es empezar a revisar las incompatibilidades entre profesorado universitario y empresa. Estas sinergias están creadas ya en otros países: veamos cómo opera el MIT, el instituto Fraunhofer.
    En fin, un saludo escritor,
    José Ignacio Gómez Cívicos
    Doctor Ingeniero Químico – AMIChemE
    nachocivicos@yahoo.es

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