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Coronavirus, cooperación y conocimiento

Según el genial filósofo e historiador Noah Yuval Harari, aquello que realmente nos hace humanos es la capacidad de cooperar conscientemente a gran escala. Somos seres sociales. Cooperativos y competitivos por naturaleza. Todas las especies compiten, entre individuos de la misma especie y contra otras especies. La evolución natural es el resultado de la competición por recursos. Pero lo que verdaderamente nos diferencia del resto de especies es la cooperación consciente. Hay otras especies que pueden cooperar a gran escala, como las abejas o las hormigas. Pero las abejas no cooperarán conscientemente, por ejemplo, para derrocar a la abeja reina e instaurar un nuevo régimen político. Su cooperación es genética e inconsciente. Su comportamiento es instintivo, está grabado en su ADN.

Otras especies, como los simios, muestran signos de cooperación cultural, con algún tipo de consciencia, aunque sólo lo hacen de forma limitada. Cooperan para conseguir alimentos, o para defenderse de una amenaza. Pero no se ha comprobado que cooperen a gran escala. Los humanos sí, cooperamos conscientemente a gran escala, y para ello utilizamos conceptos abstractos, normas y procedimientos consensuados. Cooperamos en el seno de una organización para conseguir beneficios («organización» y «beneficios» son conceptos abstractos, los simios sólo cooperan por necesidades básicas). Cooperamos en el seno de un equipo de fútbol para ganar un partido (nuevos conceptos abstractos que un simio no entendería), o cooperamos en un gran proyecto complejo para lograr un hito épico a largo plazo, como puede ser llegar a la Luna. Por más que le intentáramos explicar a un chimpancé la importancia estratégica y científica de llegar a la Luna, nunca lo entendería, ni cooperaría con otros chimpancés para conseguirlo. Ni mucho menos nos cedería conscientemente un plátano a modo de impuestos para financiar la aventura.

Con la crisis del coronavirus nos toca cooperar conscientemente a gran escala. Sólo saldremos de esta tormenta con aquello que nos hace realmente humanos: la cooperación consciente a gran escala. Es necesario que compartamos conocimiento, tecnología y buenas prácticas, en el ámbito global y también en el local, para cortar la curva de contagios tan pronto como sea posible. Hace falta que aprendamos de los que lo han hecho bien. Es necesario que cooperemos confinándonos y respetando las normas que impongan las autoridades. Es preciso que concentremos recursos a desarrollar tan pronto como sea posible las soluciones necesarias para garantizar la seguridad y la salud de la población.

China hizo pública la secuencia genética del virus a mediados de enero (un ejemplo de cooperación interna -logrando decodificar su genoma en pocas semanas, y externa -haciéndolo público para que otros puedan utilizarlo-). Corea del Sur tomó el relevo, analizó ese código, puso inmediatamente a trabajar (cooperando a gran escala) toda su cadena de valor de conocimiento (investigadores, instituciones públicas, hospitales y empresas farmacéuticas) con un objetivo preciso: conseguir equipos de diagnóstico asequibles y a gran escala en el menor tiempo posible. En poco tiempo, 250.000 kits eran servidos a las unidades sanitarias. A la vez, equipos de ingenieros fueron activados para desarrollar aplicaciones digitales que permitieran controlar la epidemia. Se trataba de encontrar soluciones ingeniosas de contención de su propagación mediante tecnología móvil. Y en pocos días, una app fue distribuida a los ciudadanos para introducir sistemáticamente la temperatura corporal. Quien tuviera signos de fiebre, recibiría la visita de una unidad sanitaria que le haría el test. En caso positivo, debía confinarse en casa, geolocalizado, durante dos semanas. Los clústeres de puntos calientes, y los lugares por donde habían pasado las personas infectadas eran determinados, y aislados o desinfectados.

La cooperación a gran escala nos permite generar conocimiento científico, la gran arma que disponemos contra enfermedades como esta (o para generar, en general, progreso y prosperidad). Pero tendremos que revisar a qué velocidad y con qué elementos cooperativos generamos este conocimiento. China acaba de declarar que dejará de evaluar sus científicos por el número de artículos publicados (como lo hacen nuestras universidades), exceptuando aquellos publicados en los journals de más nivel de exigencia (como Nature, Science o Cell). Los evaluará, textualmente, «por su contribución a la economía o a la sociedad«. No está claro como lo harán, pero intuyo una evolución de la ciencia china hacia la organización por misiones (retos con objetivos y plazos determinados).

Nuestro sistema potencia el individualismo del investigador, que en demasiados casos compite (individualmente) en contra de otros investigadores para mejorar su currículum personal. En ocasiones, la estabilidad laboral les va en ello: quien (individualmente) acumula un mejor currículum, tiene mayores opciones a una plaza fija. Cuanto más y mejor publica (independientemente del foco, impacto y utilidad de su investigación), más currículum prestigio académico acumula. En nuestro sistema de I+D tenemos miles de investigadores trabajando solos, sin formar parte de misiones o proyectos que realmente puedan impactar decisivamente en el bienestar de sus conciudadanos. Hacemos poco I+D, y descoordinado. No hay elementos tractores que compilen la suma de conocimientos y los completen con otros necesarios para superar hitos concretos al servicio de la prosperidad colectiva. Creo que, para fomentar la cooperación a gran escala, la investigación se orientará a retos humanos («misiones», según Mariana Mazzucato), y aquellos investigadores que, en toda la cadena de valor del conocimiento, contribuyan más decisivamente a la superación de estos retos, obtendrán más financiación y prestigio académico. Tendría que ser así.

Una misión fue, en su momento, llegar a la Luna. Ese proyecto movilizó grandes corrientes científicas con un objetivo determinado y limitado en el tiempo. Impresionantes avances se realizaron en muchos campos, no sólo el aeroespacial o electrónico. No se puede ir a la Luna en jeans, ni llevar bocadillos, así que la iniciativa movilizó recursos para conseguir nuevas gamas de textiles, de alimentos, de sistemas de conservación y packaging, de obtención de energía, o de nuevos materiales. Situó a gran cantidad de industrias en la frontera del conocimiento del momento. Gran parte de la industria tecnológica norteamericana actual es resultado del liderazgo, del esfuerzo y de los desbordamientos de conocimiento de aquella epopeya.

Retos o misiones actuales pueden ser, por ejemplo, encontrar la vacuna contra el coronavirus (o contra otras enfermedades infecciosas). O impulsar una nueva generación de dispositivos de inteligencia artificial de asistencia autónoma a gente mayor. O desarrollar tecnología de semiconductores para Europa (hoy, incapaz de hacer sus propios chips). O por ejemplo, conseguir que las 50 ciudades más contaminantes del mundo reduzcan a la mitad sus emisiones de CO₂ en línea con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU.

El mundo que viene, una vez hayamos acabado con el coronavirus, será muy diferente del actual. Tendremos que revisar muchos paradigmas que damos por buenos, pero que están obsoletos. Tendremos que ser implacables con los gobiernos cuando éstos ignoren las inversiones en I+D. Y tendremos que reconstruir los sistemas de creación de conocimiento para cooperar a gran escala con el fin de generar y distribuir prosperidad. Si no lo hacemos nosotros, como mínimo a escala europea para nuestros ciudadanos, China y los EE.UU. lo harán por los suyos.

 

9 responses to “Coronavirus, cooperación y conocimiento

  1. Excelente reflexión. Añadir que durante esta crisis los trabajadores sanitarios y la sanidad en general recuperamos un papel importante dentro de la sociedad que se había perdido. El personal sanitario transformado en obrero que ha de producir, nos hablan de clientes en lugar de pacientes , etc tiene la oportunidad de recuperar su contenido humanístico y su prestigio social. Esperamos que los aplausos no se olviden cuando todo esto acabe.

  2. Fantástica reflexión, como ciempre en Xavier Ferràs: la cooperación a gran escala será absolutamente necesaria para salir de la situación actual.

    Y para ell se requiere de una triple apuesta, que debería retroalimentarse:
    – el gobierno, como bién dices, cambiando las políticas de I+D a todos los niveles,

    – los individuos, que deberían concienciarse al igual que estaba empezando con el tema de sostenibilidad, y quienes tienen la autoridad de elegir al gobierno,

    – las empresas, quienes empujados por las leyes, la sociedad y la responsabilidad social, deberían ver que ésta es la única via que dará resultados a largo plazo.

    … Dificil pero necesario cambio, puesto que los paradigmas de la economía actual están muy arraigados.

  3. Muchas gracias por su artículo, quisiera modestamente poner en valor algunas de sus afirmaciones.
    Inicia el articulo con una frase, “Somos seres sociales. Cooperativos y competitivos por naturaleza”, que en mi opinión es la base de porque no podremos alcanzar su frase final “tendremos que reconstruir los sistemas de creación de conocimiento para cooperar a gran escala con el fin de generar y distribuir prosperidad”.
    Como sus hormigas o sus monos llevamos en el ADN la competitividad, lo que hace que incluso al trabajar en conjunto nuestro objetivo no sea llegar a un fin por alcanzar el fin, nuestro objetivo será llegar a ese fin antes que otro grupo.
    No se trataba de llegar a la luna, se trataba de llegar a la luna antes que la URSS.
    De hecho, el sistema propuesto por China, independientemente de la forma de evaluación que se aplique, es otro método de evaluación y por tanto de competitividad que, por supuesto tendrá su reflejo en la remuneración, cualquiera que sea esta.
    Si, coincido con usted en que hay que evolucionar y que el futuro de los 7.500 Millones de habitantes de este planeta, por seguir siendo antropocentrista y no incluir al resto de las especies, está en su propuesta, pero, siempre hay un pero, nos costara cambiar aquello que nos permitió llegar a donde estamos hoy, quizás por ser lo que nos permita llegar al mañana.
    Muchas gracias por su atención, un atento saludo

  4. Hola Xavier,

    Muy cierto lo que comentas. Tradicionalmente hemos competido en las organizaciones por ser el mejor y obtener una posición. Muchas empresas no han entendido que el modelo ya es obsoleto y que requiere colaboración y comunicación (divulgación) para evolucionar. El coronavirus viene a ser un sacudón para lo estructurado y un respiro a la naturaleza.
    Gracias por tus líneas,

  5. He llegado al sitio después de leer habitualmente sus artículos en La Vanguardia, con interés. Me llevan a cuestiones retóricas. En este caso, por ejemplo, relación de la cooperación a gran escala con el Número de Dunbar dando por hecho que Dunbar estaba en lo cierto:¿existiría un desajuste evolutivo que aconsejara que cualquier organización no superase las 150 personas? En principio, sería el número mágico que maximiza los resultados de la cooperación. Para la organización y para sus integrantes, por permitir una mejor empatía; pero cuántas variables entran en juego y así, cuantas organizaciones hay que superan ese número con éxito y al contrario. Una segunda cuestión, la calidad de la cooperación, la inteligencia cooperativa..: actuar obedeciendo una orden que no compartimos tendría menos «inteligencia» cooperativa que actuar más horizontalmente (asumiendo que los cooperadores aportan similares conocimientos), parece. Esto es sólo entretenimiento.

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