David Ricardo (1772-1823) fue un economista británico que sentó las bases teóricas del comercio internacional. Bases que han constituido el fundamento de la globalización tal como la hemos conocido hasta ahora. Para Ricardo, si queríamos producir azúcar, lo mejor es que lo hiciéramos en el Caribe; mientras que si queríamos fabricar textiles, era más eficiente hacerlo en Londres. En el primer caso, tendríamos una ventaja comparativa por el clima idóneo; en el segundo, en el Londres del siglo XIX encontraríamos mano de obra capaz de trabajar disciplinadamente largas horas en los telares. En ambos casos se llegaría al óptimo de producción, y se generarían excedentes que se podrían intercambiar. Los territorios, pues, tienen ventajas comparativas para desarrollar actividades productivas. Ventajas que, tradicionalmente se han guiado por la existencia de materias primas, condiciones naturales ventajosas; o por el menor coste de la producción.
Este es el paradigma que ha guiado la globalización hasta ahora: la externalización de las cadenas productivas en base a bajo coste. Pero muchas cosas han pasado en poco tiempo. Grandes concentraciones de talento están emergiendo en todo el mundo, aglutinadas por criterios no estrictamente de coste, sino de ciencia, tecnología e innovación. Según el Global Innovation Index 2021. Una docena de «superclústers» innovadores han emergido muy rápidamente en Asia (Tokio, Shenzen-Hong Kong, Seúl, Beijing, Osaka, Shanghai, Nanjing, Daejeon, Hangzhou, Taipei, Wuhan, Xian y Chengdu). Desafiando el conocimiento clásico en clústers (que considerábamos concentraciones geográficas de empresas y agentes relacionados, de evolución lenta, y paciente especialización derivada de razones históricas), estos superclústers han pasado en muy pocos años de la irrelevancia al desarrollo de producto propio y, finalmente, a la concentración de actividades tecnológicas y científicas. Del low-cost a la alta tecnología a la velocidad de la luz. Asia, hoy, es un continente de outperformers, con economías gacela que mutan rápidamente, pasando de ser sujetos pasivos del viejo modelo de globalización low-cost, a ser líderes en la nueva globalización de superclústers innovadores.
La Covid nos ha dejado grandes lecciones. Hemos echado de menos industrias sofisticadas en nuestros territorios (textiles avanzados, biotecnología, impresión 3D). Ahora nos damos cuenta, además, que no tenemos capacidad productiva de semiconductores o de baterías eléctricas. Sobre un mapa, ¿cuál es el mejor lugar para producir vacunas, chips, software avanzado o baterías? El coste queda en segundo lugar: ganarán aquellos territorios que ofrezcan la mejor combinación de capacidad innovadora, proximidad a los mercados sofisticados y complicidad institucional. En el mapa de las nuevas necesidades, y de la nueva geopolítica, cualquier territorio puede aspirar a ubicar estas actividades. Sólo depende de un recurso que está equidistribuido: el talento humano. Talento emprendedor, ejecutivo, científico e institucional.
Si la vieja globalización iba de externalizar cadenas de suministro debido a su coste; en la nueva, la fuerza directora será la capacidad de atraer actividades innovadoras en base al talento, la tecnología y la calidad de los territorios. La nueva globalización irá de desarrollar clústers integrados de I + D y capacidad productiva avanzada en la proximidad a los mercados sofisticados. Del desarrollo de Supply Chain (SC) eficientes en coste, al desarrollo de Super Clusters (SC), intensivos en I + D. Ya lo estamos viendo en Asia.
Joe Biden se ha dado cuenta de este cambio de paradigma, y ha lanzado el mayor paquete de reformas estructurales de la economía estadounidense desde los años 30 del pasado siglo. Un nuevo «New Deal» orientado a crear las bases de esta economía de la I + D. Nada menos que 325.000 millones de dólares para investigación e innovación, en el marco de un paquete de estímulos de 2,3 billones. «Es el plan de inversiones de una generación, diferente a todo lo que hemos hecho desde la construcción de la red de autopistas interestatal, o la carrera espacial». 50.000 millones irán a la National Science Foundation, priorizando la investigación en campos en los que el liderazgo americano está amenazado (semiconductores, biotecnología, computación). 40.000 millones actualizarán las infraestructuras de investigación. 15.000 millones irán destinados a 200 centros de excelencia e incubadoras. Más de 100.000 prepararán las infraestructuras necesarias para el vehículo eléctrico.
El llamado «Bidenomics» llega en el momento en que China alcanza su máximo histórico en esfuerzo en I + D (378.000 millones), y cuando este país experimenta un crecimiento explosivo post-pandemia (18,3% en el primer trimestre de 2021 ). A Europa le tiemblan las piernas por la descoordinación en la vacunación; y por la constatación de su debilidad tecnológica. Cuatro damas, las cuatro primeras ministras de Estonia, Finlandia, Dinamarca y Alemania (Kaja Kallas, Sanna Marin, Mette Frederiksen y Angela Merkel) enviaron recientemente una carta conjunta a la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula van der Layen, instándola a tomar medidas urgentes para garantizar la soberanía tecnológica.
Europa, last call. Ahora o nunca. Esperemos que los fondos Next Generation nos sitúen a la altura de los nuevos tiempos.
(Foto: A. Kaunas)
Antes de nada, mi mas sincera enhorabuena por la ventana a una realidad incipiente/futura que ofrece tu blog.
Mi pregunta en relacion a España es, mas alla de las cuestiones culturales, si en este pais hay materia gris para despuntar en investigacion (no ya invertir). Cuando otros paises han destacado a lo largo de su historia de forma consistente. Me temo que una respuesta honesta y libre de sentimental buenismo podria ser negativa.
Siempre ha sido polemico asociar la cuestion racial, etnica, sexual al cociente intelectual aunque el factor genetico sea determinante. Y en mi humilde opinion, la tecnologia, en ultima instancia es un multiplicador de la inteligencia (no sin limites, de ahi que algunos discutan la ralentizacion del progreso cientifico).
Gracias y un saludo
Por supuesto que hay materia gris para investigar. De hecho, actualmente estamos exportando conocimiento científico y talento, que no puede ser ocupado en España por falta de oportunidades. El talento está equidistribuído en el mundo. Y España ha desarrollado un tejido científico de calidad. También hay capacidad inversora. El problema es de incentivos: la inversión encuentra incentivos mayores (mayor retorno en el corto plazo) en sectores no intensivos en conocimiento. El talento encuentra mayores incentivos (oportunidades) en otros países. El problema es organizativo, de establecimiento de políticas y marcos institucionales correctos.