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Biología Sintética: Programando la Naturaleza

Lluís Pareras, CEO de in-Vivo Capital (fondo de capital riesgo en biotecnología) y uno de mis grandes referentes en innovación, me explicó en una apasionante conversación justo antes del verano que la Biología Sintética era the next big thing. Dos frases me impactaron: “tus hijos vivirán 200 años: el envejecimiento es una enfermedad, y empezamos a saber cómo revertirla”; y “cuando veo los proyectos que nos llegan siento en el estómago un vacío similar al que sentía en la primera época de internet”. La conversación me fascinó, y estamos preparando un paper conjunto para analizar las posibilidades del sector.

Podemos programas células en nuestros PCs, para que realicen funciones determinadas. En el núcleo celular, el ADN no es más que una cadena de aminoácidos (llamados A, T, C, y G), cuya secuencia determina el metabolismo de esa célula. Es como un código de programación de 4 dígitos (en lugar del “0” y 1” tradicional del código binario). Cambiando ese código, esa célula hará lo que le digamos, como una pequeña factoría biológica. Según el propio Bill Gates, “el ADN es el software más sofisticado jamás creado”

Craig Venter, biólogo pionero en la decodificación del genoma humano (considerado el Steve Jobs de la biología) consiguió en 2010 generar el primer organismo vivo artificial, que escapaba al árbol evolutivo. La investigación fue publicada en Science. Programó un ADN en su ordenador, sintetizó ese ADN mediante compuestos químicos, en laboratorio, y lo inyectó en un núcleo celular vacío. Era la primera bacteria sintética, artificial. La primera forma de vida diseñada por una mente humana. En su código genético, Venter incluso escribió un watermark en sus genes (una marca de reconocimiento). Toda la descendencia de esa bacteria tendría ese watermark, grabado en su ADN. Si en el código genético de Carlomagno se hubiera grabado su nombre, hoy unos 20 millones de europeos llevarían impreso “Carlomagno” en sus células.

The Economist publicó esta primavera un special issue y una portada al tema. La tecnología abre la puerta a oportunidades fascinantes. Microorganismos programados para digerir el plástico de los mares. Para convertir de forma limpia residuos o CO2 atmosférico en azúcares o fertilizantes naturales. Para crear perfumes de flores exóticas. Para poner en nuestras paredes materiales orgánicos que purifiquen el aire. Para fabricar en masa tejido de seda natural o de seda de araña (con propiedades mecánicas superiores al nylon). Para crear fábricas de fármacos generados mediante procesos orgánicos (no químicos). Para que nuestras propias células generen los fármacos que necesitamos. Para regenerar de forma natural órganos amputados (tenemos la capacidad de hacerlo: todos partimos de un sola célula original que se escinde y se especializa, pero en algún momento de nuestro desarrollo se inhibe el gen de la regeneración). Para reparar órganos enfermos o rejuvenecer tejidos enteros. Las posibilidades son infinitas en química, farmacia, manufacturing, nuevos materiales, o medio ambiente. Todo producto fabricado con tecnologías convencionales podría fabricarse con procesos orgánicos. Todo producto natural podría industrializarse.

La naturaleza de la biología sintética permite tratar la biología como un campo gobernado por las dinámicas del software. Podríamos crear (y patentar) genes con funcionalidades específicas, que se integren en células, que formen sistemas más complejos y finalmente órganos. Se puede hacer ingeniería de la vida. El MIT organiza cada año una competición de estudiantes de todo el mundo para programar y crear nuevas formas de vida sintéticas con aplicaciones concretas para resolver problemas humanos (iGem, ver aquí). Como las apps digitales, se están creando librerías de organismos vivos y comunidades de desarrolladores. ¿Podremos, dentro de unos años, descargarnos de un iTunes biológico apps con genes programados para diferentes usos?

La Biología Sintética (“SynBio”) está en su camino del laboratorio al mercado, con incrementos anuales de la inversión por parte del capital riesgo superiores al 70%. Casi 4.000 millones de dólares fueron volcados en 2018 en startups SynBio ¿Llegaremos a los 200 años? ¿O a la inmortalidad? ¿Podríamos ir reparando o regenerando órganos enfermos de manera ilimitada? No lo creo en el corto plazo. Pero, como afirma Yuval Noah Harari, “la muerte es (sólo) un problema técnico, y la ciencia nos puede dar soluciones a todo problema técnico”

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